martes, 19 de febrero de 2013

L La Sagrada Familia celebra la fiesta del Sábado

Mientras me hallaba meditando en la historia de la borriquilla empeñada ahora para cubrir los gastos de la circuncisión, y pensando que el próximo Domingo, día en que tendrá lugar la ceremonia, (se leería el Evangelio del Domingo de Ramos, que relata la entrada de Jesús montado sobre un asno), vi un cuadro del cual no puedo explicar bien el sentido ni sé donde se realizaba:
Bajo una palmera había dos carteles sostenidos por ángeles. Sobre uno de ellos estaban representados diversos instrumentos de martirio; en el centro había una columna y sobre ella un mortero con dos asas. En el otro cartel había unas letras: creo que eran cifras indicando años y épocas de la historia de la Iglesia. Por encima de la palmera estaba arrodillada una Virgen que parecía salir del tallo y cuyo traje flotaba en el aire. Tenía en sus manos, debajo del pecho, un vaso de igual forma que el cáliz de la Última Cena, del cual salía la figura de un Niño luminoso. Vi al Padre Eterno, en la forma que siempre lo veo, acercarse a la palmera por encima de unas nubes, quitar una gruesa rama que tenía la forma de una cruz y colocarla sobre el Niño. Después vi al Niño atado a esa cruz de palma y a la Virgen Santísima presentando a Dios Padre la rama con el Niño crucificado, mientras ella llevaba en la otra mano el cáliz vacío, que parecía también su propio corazón. Cuando me disponía a leer las letras del cartel, bajo la palmera, la llegada de una visita me sacó de esta visión. No sabría decir si este cuadro lo vi en la gruta del pesebre o en otra parte.

Cuando la gente se había ido a la sinagoga de Belén, José preparó en la gruta la lámpara del sábado con las siete mechas; la encendió y colocó debajo de ella una pequeña mesa con los rollos que contenían las oraciones. Bajo esta lámpara celebró el sábado con la Virgen Santísima y la criada de Ana. Se hallaban allí dos pastores un poco hacia atrás en la gruta y algunas mujeres esenias. Hoy, antes de la fiesta del sábado, estas mujeres y la sirvienta prepararon los alimentos. Vi que asaron pájaros en un asador puesto encima del fuego. Los envolvían en una especie de harina hecha de semillas de espigas de unas plantas semejantes a cañas, que se encuentran en estado silvestre en lugares pantanosos de la comarca. Las he visto cultivadas en diversos sitios; en Belén y en Hebrón crecen sin ser cultivadas. No las he visto cerca de Nazaret. Los pastores de la torre habían traído algunas para José. He visto que las mujeres con esas semillas hacían una especie de crema blanca bastante espesa y amasaban tortas con la harina. La Sagrada Familia guardó para su uso una cantidad muy pequeña de las abundantes provisiones que los pastores habían traído en sus visitas; lo sobrante lo regalaban a los pobres.

Hoy he visto varias personas que acudieron a la gruta del pesebre, y por la noche, después de la terminación de las fiestas del Sábado, vi que las mujeres esenias y la criada de Ana preparaban comida en una choza construida de ramas verdes, que José, con la ayuda de los pastores, había levantado a la entrada de la gruta. Había desocupado la habitación a la entrada de la gruta, tendido colchas en el suelo y arreglado todo como para una fiesta, según le permitía su pobreza. Dispuso así todas las cosas antes del comienzo del sábado, pues el día siguiente era el octavo después del nacimiento de Jesús, cuando debía ser circuncidado de conformidad con el precepto divino.
Al caer la tarde José fue a Belén y trajo consigo a tres sacerdotes, un anciano, una mujer y una cuidadora para esta ceremonia. Tenía ésta un asiento, del que se servía en ocasiones parecidas y una piedra octogonal chata y muy gruesa, que contenía los objetos necesarios. Todo esto fue colocado sobre esteras donde debía tener lugar la circuncisión, es decir en la entrada de la gruta, entre el rincón que ocupaba José y el hogar. El asiento era una especie de cofre con cajones, los cuales, puestos a continuación de los otros, formaban como un lecho de reposo con un apoyo a un lado; se estaba uno allí recostado más que sentado. La piedra octogonal tenía más de dos pies de diámetro. En el centro había una cavidad octogonal también cubierta por una placa de metal, donde se hallaban tres cajas y un cuchillo de piedra en compartimentos separados. Esta piedra fue colocada al lado del asiento, sobre un pequeño escabel de tres patas que hasta aquel momento había quedado bajo una cobertura, en el sitio donde había nacido el Salvador. 

Terminados estos arreglos los sacerdotes saludaron a María y al Niño Jesús, y conversando amistosamente con la Virgen Santísima tomaron al Niño entre sus brazos, y quedaron conmovidos. Después tuvo lugar la comida en la glorieta. Muchos pobres que habían seguido a los sacerdotes, como solían hacer en tales ocasiones, rodeaban la mesa y durante la comida recibían los regalos de José y de los sacerdotes, de modo que pronto quedó todo distribuido. Al ponerse el sol me parecía que su disco era más grande que en nuestro país. Lo vi descender en el horizonte; sus rayos penetraban por la puerta abierta al interior de la gruta.